¿Qué son los límites en la educación?
La importancia de los límites y la disciplina en la educación de los niños es fundamental para su adecuado crecimiento y madurez. Establecer límites sanos puede hacer sentir seguros a los niños en un mundo que no siempre es estable. Además, al ofrecer opciones dentro de los límites le permite al niño practicar cierto control de las situaciones en un medio seguro.
Los límites son como andadores que dan la seguridad y tranquilidad a los hijos de que son los padres quienes están lidiando con las situaciones que se presentan. Aunque es sumamente importante escuchar y validar las emociones de los niños, los padres tienen estar a cargo para crear un ambiente seguro y estable para sus hijos. Los límites son, podemos decir, como senderos ya trazados por donde pueden circular tranquilamente los hijos y con los que se les señala dónde está el peligro y dónde es seguro. En ausencia de estos senderos, se fuerza a los niños a empezar a trazar ellos mismos un camino, tarea para la el cual carecen de recursos.
Importancia de los límites en la educación
A partir de los 2 años de edad, los niños tienden a desarrollar un deseo de exploración y de pseudo-independencia, en el que quieren experimentar realizar las actividades de los padres: por ejemplo, el « yo solo », al querer lavarse los dientes él mismo, o querer amarrarse las agujetas ella sola. Si bien no es conveniente bloquear este impulso natural de los pequeños, es importante tener presente que dejarlos libres los coloca en posición de frustración constante: al no poder cepillarse bien los dientes, o no poder amarrarse las agujetas, los niños terminan desarrollando frustración e inseguridad con ellos mismos. Además, si los padres simplemente quitan los límites y dejan que el niño explore, lo exponen a peligros de manera imprudente. Por ejemplo, si al niño le es permitido soltarse de las manos y caminar solo en una calle transitada, corre el riesgo de sufrir un accidente al cruzar la calle.
Los límites son importantes porque representan un pilar en el que los hijos se apoyan los primeros años de su vida. Al nacer, un hijo es totalmente indefenso, dependiente de los padres en todo sentido, físico, psicológico y emocional. Durante los primeros años, la relación hijo-padres será de total dependencia, algo así como una relación de criatura-Dioses. Esta total dependencia puede traducirse en que, de alguna manera, para el hijo pequeño los padres son los únicos que saben qué es mejor para él. Esto es un proceso natural y deseable. Si fuera de otra forma, si los hijos nacieran con cierta actitud crítica y quisieran filtran todo lo que les dicen sus padres, tardarían muchísimos años en aprender lo que, por ejemplo el lenguaje, aprenden en pocos años. La cantidad de información que aprenden los niños los primeros años es inmensa (lenguaje, códigos sociales, gestos, formas de relación). Sin embargo, esta convicción inconsciente, de que los padres son los que saben qué es mejor para ellos, necesariamente tiene que acabar en algún momento. No podemos pasar toda nuestra vida pensando y creyendo que solo nuestros padres pueden saber qué es mejor para nosotros. La adolescencia es el periodo de la vida en que esto empieza a cambiar. Tanto biológica como psicológicamente, empezamos a tener cambios dirigidos al desarrollo de nuestra identidad. Con la adolescencia comienza un proceso que dura toda la vida, que tiene que ver con la conquista de nuestro propio punto de vista, con la construcción de nuestra personalidad y un criterio propio. Ya no son nuestros padres, somos nosotros quienes tenemos que saber qué es mejor para nosotros de ahora en adelante. Evidentemente nuestros padres nos conocen y pueden darnos buenos consejos, y es importante seguirles escuchando toda la vida. Sin embargo, somos nosotros en primer lugar quienes tenemos que tomar las decisiones y tener seguridad de lo que decimos y hacemos. Esto se llama emanciparse y madurar.
La ausencia de límites ocasiona ansiedades y angustias innecesarias
Ahora bien, los límites, decíamos, son fundamentales porque ofrecen un pilar en el que los hijos se apoyan y desarrollan seguridad. Las reglas y los límites son la manera en que los padres ofrecen una estructura y le comunican a sus hijos que ellos saben qué es lo mejor para ellos. Esto les provee un marco de seguridad y tranquilidad que les permite simplemente despreocuparse y ser niños. Sin límites, los niños se ven presionados a cristalizar ideas sobre lo que es o no es mejor para ellos… Lo cual es sumamente importante pero a cierta edad, precisamente con la adolescencia. Al quitar los límites, los padres esperan que se mantengan en pie muchas formas, ideas, ilusiones, que simplemente todavía no están suficientemente maduras. La pseudo-libertad que gozan los niños que carecen de límites claros, no está libre de ansiedades y angustias innecesarias, y preocupaciones sobre cosas respecto de las cuales tiene pocos recursos para asimilar. Por otro lado, los límites también pueden suponer opciones para que los hijos elijan y ejerciten la sensación o el sentido de tener control sobre las situaciones, de manera segura, y con sentimientos de satisfacción por el logro. Por ejemplo, pueden « consultarle » si quiere arroz o espagueti, helado o pastel, etc.
Importancia de convicción de los padres de que saben qué es lo mejor para ellos
Los límites son la consecuencia de esta jerarquía necesaria y temporal en el interior de una familia. Esta jerarquía significa que la voz u opción de los niños no puede ser igual a la de los padres; los padres, independientemente de que se equivoquen o no (necesariamente se van a equivocar pues no son perfectos) son los que dirigen y orientan a sus hijos. Algunos padres se sienten inseguros o culpables de equivocarse con sus hijos, y dejan que los hijos tengan cierta autonomía o incluso autoridad sobre ellos. Otros padres dicen haber sufrido de falta de libertad cuando eran niños y quieren compensar esto con sus propios hijos dejándoles en completa libertad. Estas acciones repercuten en la seguridad de los hijos, pues van a carecer de un pilar que les haya dado tranquilidad y confianza en que las cosas van a estar bien en el futuro (pues los padres están tomando cartas en el asunto).
¿Por qué la falta de límites repercute en la seguridad de los hijos? Porque los límites es la forma en que tienen los padres de comunicarle a sus hijos que ellos se están haciendo cargo de las situaciones que enfrentan como familia, que están tomando cartas en el asunto. Quitarle simplemente los límites es dejarlos a ellos frente a situaciones de las que no disponen recursos suficientes, no para responder, sino para sentirse seguros de su respuesta. Evidentemente los niños, sin límites, sabrán responder al día a día las situaciones que se les vayan presentando, pero no tienen aún la capacidad de ganar seguridad de que sus decisiones están siendo lo más conveniente (cómo hacerlo, si los padres se muestran frente a él como si ellos no supieran que es lo mejor para su hijo, al darle libertad de que su hijo lo afronte solo).
La terapia infantil y la terapia familiar ayudan a orientar a los padres sobre cómo establecer límites adecuados a sus hijos.
Cinco puntos para entender los límites
1. Los límites de los padres permiten a los niños sentirse seguros.
Límites seguros establecidos por los padres (no negociados por el niño) reducen la ansiedad. Reglas y rutinas como horarios de comida, de dormir, de estudios y de recreación, crean seguridad en la vida del niño y reducen la ansiedad de no decidir respecto a estos temas.
Los padres no deben confundir la libre expresión de sus hijos con, lo que en realidad es, el riesgo de pérdida de su sentido de seguridad. Establecer límites no te hace un padre malo, aunque tu hijo te lo diga de esta manera cuando está enojado. Cuando un niño trata de negociar la hora de ir a dormir, supone un precio del sentido de seguridad del niño pues hace sentir al niño que él o ella tiene más poder que el adulto.
2. Los niños tienen un lóbulo prefrontal sin desarrollar
En otras palabras, el cerebro del niño no está totalmente desarrollado, y por tanto no debe dárseles el poder de tomar decisiones por encima de los adultos. En la etapa inicial de los 2 a los 7 años de edad, predomina lo que ha llamado Jean Piaget el « pensamiento mágico ». Y si bien esto forma parte del encanto de los niños, indica también que los niños no están en capacidad de estar a cargo de grandes decisiones, más allá de escoger entre dos postres.
De los 7 a los 11 años de edad, está presente lo que se conoce como el pensamiento concreto en los niños. Solo después de los 12 años, con la aparición de la adolescencia, empieza a desarrollarse el pensamiento abstracto y más sutil. Es por esto que la adolescencia es un momento apropiado para experimentar con los límites y las reglas. Aun así, los padres tienen que seguir estando a cargo de establecer los límites con sus hijos adolescentes, pues los hijos apenas inician el proceso de desarrollo del control de impulsos, toma de decisiones y resolución de problemas.
3. No es malo que los niños hagan berrinches: es importante mantener firmeza de límites
Es normal que los niños tengan dificultad en aceptar los límites y reglas impuestas, y lo expresen en forma de berrinche. Toda tarea de desarrollo, desde caminar a hablar, a aprender a leer y a conducir, los niños necesitan luchar y enfrentar dificultades. Es mediante la lucha como maduramos y aprendemos a dominar cosas nuevas. Si se les permite a los niños tener la expectativa de que siempre van a estar a cargo, van a querer que las cosas sean fáciles. Quitarles los límites, equivale a quitar las dificultades y arreglar sus decepciones. Un padre a cargo sabe que no solo está bien para un niño lidiar con las dificultades de un límite o una regla, también es bueno y sano.
4. Los límites interrumpen el narcisismo
Los límites ayudan también a interrumpir el narcisismo característico del desarrollo temprano de los niños, en el que los creen y sienten que el mundo gira alrededor de ellos. La ausencia de límites aumenta las probabilidades de que el niño devenga un adulto narcisista. Los límites permiten entender a los niños que no siempre se puede hacer como quieren, y esto les ayuda a ser más pacientes y maduros. Saber que existe un límite de cuánto confort y placer le proveerán los padres, ayuda a que los niños aprendan a lidiar con la decepción. Esta confrontación con pequeñas frustraciones también ayuda a desarrollar un sentido de empatía con los demás. Entender el sentido de los límites permite a los niños estar más en contacto con el mundo.
5. La ausencia de límites genera problemas de conducta
La falta de límites claros en los niños tiene como resultado frecuentemente problemas de conducta, por tanto es crucial empezar a establecer límites sanos cuando están pequeños. Los niños naturalmente experimentan y empujan los límites conforme prueban sus alas, desarrollan su propio sentido de ser, y aprenden cómo funciona el mundo. Debido a esto, es normal que los niños intenten empujar los límites o tomárselos de mala manera. No hay razón para enojarse con ellos cuando rechazan los límites.
Comments