¿Cuál es la importancia de las emociones positivas? Investigaciones recientes del neurocientífico Antonio Damasio, quien es uno de los pioneros a nivel mundial de esta ciencia, han demostrado que las emociones y los sentimientos constituyen un aspecto central de la humanidad; el científico nos ofrece una demostración científica de que las emociones positivas (las alegrías) deben ser seleccionadas y preferidas a las emociones negativas. Señala además que para lograr comprender al ser humano en su totalidad, incluso para que podamos vivir mejor como sociedad, es necesario que seamos capaces de “organizar nuestras emociones de tal modo que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores”. Incluso va aún más lejos y afirma que “el objetivo de una buena educación” en general “es organizar nuestras emociones”. Todo esto resalta la importancia de las emociones positivas.
Esta propuesta sorprende no solo por el hecho de que las emociones y los sentimientos hayan sido descuidados por mucho tiempo por la ciencia, al ser considerados «subjetivos» o privados, sino también porque es un descubrimiento que va en contra de muchas maneras de pensar que a simple vista parecieran de «sentido común». Pero, ¿cuál sería la novedad de esto, pues pareciera que se trata de algo infantil... ? Todos sabemos, o al menos todos intentamos pasarla bien y procurar tener emociones relacionadas con la felicidad. ¿Qué es lo nuevo de esto?
Pues bien, si bien es cierto que todos buscamos ser felices y experimentar el mayor número de emociones positivas posibles, también es cierto que emitimos juicios negativos muy fuertes en contra de nosotros mismos cuando nos equivocamos o cuando estamos mal. Es decir que frente a una emoción negativa, reaccionamos diciendo NO, y por pura voluntad la negamos. De lo que se dio cuenta Damasio en sus investigaciones, es que “la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta es tener una emoción positiva muy muy fuerte”. Es decir que paradójicamente, la fuerza de voluntad no tiene que ver con negar lo que uno quiere cambiar, ni entrar en desacuerdo consigo mismo. La fuerza de voluntad es más bien un “método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda volverte positivo, y así que se pueda reprimir la emoción negativa”.
Cabe mencionar que en su libro En busca de Spinoza, el científico Damasio hace un recorrido de la historia, y rescata al filósofo moderno Baruch Spinoza, quien ya desde el siglo XVII había elaborado una ética de las emociones positivas. Y efectivamente, Spinoza forma parte de una tradición epicureista, cuyo optimismo no consiste en decir «diviértase», ni dedíquese a tener placeres únicamente (pensamiento hedonista); el optimismo de Epicuro consiste en invitar a una tarea de selección en la que se toma parte exclusivamente de las emociones positivas. Es decir que para el epicureismo «toda tristeza es considerada mala». Esto no impide sin embargo que las tristezas sean inevitables; la muerte, el sufrimiento, que nos acompañan durante toda la vida, son tristezas inevitables. Quiere decir únicamente que no se verá en la tristeza nada de bueno, de útil ni de fecundo (son simplemente inevitables).
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